miércoles, 21 de diciembre de 2011

Bachata – 2da parte


Luís Segura, se podría llamar el padre de esta segunda etapa. Su éxito "Pena por Ti" a principios de los 80, abrió otra página en la historia de este ritmo. Esa canción aumentó la popularidad de un ritmo que no tenía la acogida necesaria para convertirse en una expresión con méritos propios. A partir de este éxito, se le despojó a esta expresión musical el aura de vergüenza que generaba en clases no populares. A este auge había contribuido Leonardo Paniagua, con sus recreaciones de canciones populares en su momento (años 70), tales como Chiquitita (del Grupo ABBA), Amada Amante (popular en la voz de Danny Rivera, pero original de Roberto Carlos), entre otras.
Una tercera Etapa parece estar constituida por el surgimiento de formas digitalizadas para grabar la bachata, la introducción de otros aires e instrumentos, y un nuevo sentido de la lírica, cuyas letras no acentuaban, como en las etapas anteriores, el doble sentido erótico-sexual, la insinuación de un imaginario basado en lo concreto, sino en una procura de versos más poéticamente elaborados, con imágenes literarias más refinadas, aunque sin dejar de apelar al sentido que le había dado origen: las expresiones de amor-desamor; la nostalgia y la propuesta de estilos de vida donde la mujer es fuente originaria del amor y del deseo.
En esta etapa, la Bachata se internacionaliza, y cobra un auge inaudito. Desaparece por completo la empresa La Guarachita y su emisora. Aparece la figura del empresario y el promotor artístico internacional, y los artistas de la Bachata se convierten en los ídolos de multitudes. Voces como Teodoro Reyes, Joe Veras, Luís Vargas, Antony Santos, Frank Reyes, Yóskar Sarante, Raulín Rodríguez, Zacarías Ferreiras, entre otros, forman la legión de las nuevas estrellas del género. Aparecen los dúos (Monchy y Alexandra), y los grupos (Grupo Aventura), que son parte de la nueva generación de artistas, algunos de ellos incluso, no-nacidos en República Dominicana.
La Bachata, reproduce el mismo espíritu melancólico, nostálgico y de animosidad amorosa de otras expresiones musicales latinoamericanas como el llamado Tango-Canción de los barrios porteños de Buenos Aires, donde se combina la animosidad pasional (amor-desamor) con la nostalgia del emigrante. Al igual, en la Bachata conocemos de esta nostalgia en la expresión musical debido al hecho de que esto coincidió con el período de mayor auge de la cultura sub-urbana proveniente de la migración rural-urbana a partir de 1961. En ese período se le conoció como "música de amargue" por ese sentido nostálgico que evocaba.
En las primeras etapas, buena parte de los artistas musicales nacionales rechazaban la Bachata como género o estilo musical, pero en la actualidad, artistas de renombre han incursionado en dicho género grabando Bachatas e interpretándolas en concierto.



Horacio Fehling


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jueves, 15 de diciembre de 2011

Bachata - 1era parte


La bachata es un ritmo bailable originario de la República Dominicana. Se considera un híbrido del bolero (sobre todo, el bolero rítmico) con otras influencias musicales como son el Pasillo, el Huapango, y el Son Cubano, entre otros.
Género musical de poca trascendencia pero de muy fuerte arraigo en la clase baja y zonas rurales y era conocida como "música de amargue". Fue tradicionalmente despreciado por los músicos profesionales como carente de calidad y valor artístico. Apenas era escuchada en las estaciones de radio (con excepción de unas pocas).
Tonadas simples y repetitivas, así como letras sencillas y temática machista y de despecho son sus características principales.
Pero el interés surgió a partir de los años 80, con la expansión de los medios masivos de comunicación, con el auge del turismo, y con el esfuerzo de algunos compositores que vieron que había surgido un género diferenciado de expresión de lo popular.
Pero sin dejar de reconocer su arraigo y tomándola como punto de partida, músicos de la talla de Víctor Víctor y Juan Luís Guerra en los años 90, y Luís Díaz en los 80, -conocidos en otros géneros y que incursionan en la bachata, los cuales podríamos denominar de bachateros de moda, en contraste con los verdaderos bachateros, o músicos populares en este género, como Anthony Santos y Teodoro Reyes- la rescatan, embelleciendo sus letras y adornando su música con una mejor instrumentación y arreglos más actualizados, aportando una visión diferente que articulaba esta expresión musical con lo urbano marginal.
La expansión del turismo en República Dominicana a partir de los 80, le hizo ganar popularidad, y la convirtió en un género que ha penetrado todos los estratos y espacios del país e internacionalmente.
Puede pensarse que en esa primera etapa, la Bachata era una música marginal. Sólo escuchada en los llamados Cabarets o Prostíbulos. Sin embargo, constituía parte de una maquinaria cultural que estaba apoyada por una casa disquera local que poseía también una emisora de carácter nacional: La Guarachita. Esta empresa fomentó y difundió esta música para consumo de esos grupos sociales marginales, emigrantes del campo a la ciudad y que con la caída de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, desató la población sub-urbana en las ciudades dominicanas.
Una segunda etapa parece estar referida a la aparición de una segunda generación de cantantes que estaban promovida por esta productora. Fue así como surgieron voces como las de Luís Segura, Mélida Rodríguez ("La Sufrida"), y Leonardo Paniagua, los cuales constituyen parte de una expresión que tuvo auge en los años 70 y 80, cuando declinan a favor de las expresiones más refinadas de la bachata, utilizando instrumentación electrónica, fusiones con otras expresiones modernas de la música (como las experimentaciones de Luís Días con otros ritmos caribeños y dominicanos).



Horacio Fehling


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miércoles, 7 de diciembre de 2011

Razones para seguir Bailando – última parte




Por:
Marcelo Pisarro (Estudios Culturales)


Aunque se presente como espacio de libertad y encuentro, el baile supone pautas precisas en cuanto a vestimenta, edad, sexo, condición social, al punto de que ser rebotado de la discoteca se asuma como cotidiano. El baile es tanto rito de iniciación como proceso de ratificación social: informa sobre la pertenencia a cierto grupo económico, político, sexual, cultural. Acceso, permanencia e interacción suponen reglas rígidas que los participantes aceptan sin mayores reparos. El "baile social" es un espacio donde chocan moda, sexo, costumbres, moral, identidad; donde los límites de lo permitido se expanden o se alteran, pero también, a veces, donde se estructuran con mayor nitidez.
Asistir a una función de ballet da cierto tipo de legitimidad; decir "yo canto-bailo-actúo" en los programas de chimentos de la tarde, también. Bailar puede ser una forma de divertimento, un arte, un modo de ganarse la vida, algo que impugnar. Mientras que millares de jóvenes consideran un estigma que los ignore un tarjetero -jóvenes que reparten tarjetas de invitación para discotecas, seleccionando a los invitados según su ropa, apariencia, edad, acompañantes-, muchos otros hacen del rechazo al baile una identidad: "Yo voy a recitales, no a bailar". El baile es una práctica capaz de establecer qué lugar ocupa una persona en la sociedad, y más aún, qué lugar jamás ocupará.
Es difícil que el baile social -en tanto categoría- salga de conventillos, clubes de barrio, galpones. "¿Disfrutás de los bailes populares?", le preguntaron el año pasado a la bailarina Alessandra Ferri; el periodista estaba diciendo que eso que Ferri hace no es un baile popular. "Sí, me gusta mucho -respondió Ferri-, estoy muy fascinada con el tango". Ferri estaba diciendo que el Tango sí es un baile popular. "Baile social" es una forma de llamar al "baile popular": los "bailongos" de mediados del siglo XX parecen hoy la mar de pintorescos, ya no se dice que allí iban los cabecitas negras que llegaban del interior. Lo que hoy es exótico alguna vez fue repulsivo. La bailanta es "cosa de negros villeros"; el bailongo, antaño estigmatizado, es parte del folclore industrial urbano.
El pueblo no existe -escribió el sociólogo Pablo Alabarces-. Popular es sólo un adjetivo. Hablar de lo popular –agregaba- es usar siempre una lengua docta. "No se puede hablar de lo popular desde una lengua popular, porque lo popular no tiene capacidad de autonominación". El texto sobre lo popular está excluido de lo que nombra. En este contexto, un "baile popular" -la bailanta, por ejemplo- no es (no puede ser, por definición) más que una curiosidad etnográfica. Bailar -ya se dijo- no es simplemente mover los pies. Quizás la vida cotidiana quede en suspenso al animársele a la pista de baile. Pero a no confundirse: el que gira la manivela es siempre alguien más.


MARCELO PISARRO.
ESTUDIOS CULTURALES




Horacio Fehling


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lunes, 5 de diciembre de 2011

Razones para seguir Bailando – 4ta parte



Por:
Marcelo Pisarro (Estudios Culturales)

En tanto hecho social, el baile está siempre entre la ruptura y la avenencia. "Elvis deformaba la imagen de padrazo de Eisenhower y hacía que nuestros cuerpos se desternillaran -observó el activista Jerry Rubin en 1970-. La energía salvaje del rock nos roció, hirviente, y su ritmo liberó nuestras pasiones reprimidas. La revolución comenzó con el rock". Como Goethe, en 1779, cuando escribió que "todo se desvanece" al volar con una mujer en los brazos; hablaba del Vals, el baile que -según la leyenda- liberó el cuerpo y guillotinó las danzas aristocráticas previas a la Revolución Francesa. Estas danzas -minué a la cabeza- traspiraban protocolos y cánones jerárquicos; si alguien de clase alta quería bailar, el primer paso era contratar a un maestro de baile.
El baile aristocrático se había basado en la mirada, no en el contacto: cada bailarín se exhibía ante su pareja, y la pareja se exhibía ante los demás. Ahora, con el Vals, uno estaba en los brazos del otro, y cada pareja rodeada por otras parejas. Se hablaba de fiesta comunal, juventud, sensualidad, movimiento, giros, roces: un escándalo. Hoy nadie se alborota, nadie -salvo en alguna anacrónica nota de color sobre el "boom del tango"- hablaría de "liberar pasiones reprimidas". Presley pasó de "Elvis The Pelvis" a atracción para jubilados en Las Vegas; el Vals está presente en casamientos y cumpleaños de quince. No hay que asombrarse: ahora el Twist personifica la ingenuidad de los 60, del cabaret se destaca su lucha por la diversidad cultural, el Tango arrabalero es una atracción turística y nenes pecosos hacen Pogo en publicidades de chicles globo. El orden social contempla tanto la regla como su trasgresión, y al final la trasgresión se convierte en nueva regla a la espera de nuevas transgresiones.
Es un paso de lo maravilloso a lo mundano: cuando las fábulas de libertad -como Footloose o el relato de los kayapó- se traducen en acabar vomitando en el cordón de la vereda. Cada tanto alguien acaba herido o muerto a golpes, puñaladas o tiros en un local bailable; cada tanto algún informe oficial indica que el consumo de alcohol y drogas aumenta entre los jóvenes. Y cuando se es joven, "el baile" -como espacio de interacción social- es un lugar propicio para pelearse y consumir drogas o alcohol. Si bien el baile no es exclusivo ni de los jóvenes ni de la noche, sí es éste su campo diferenciado: el espacio donde su función de parteaguas social -un joven por acá, otro joven por allá- cobra mayor importancia.

MARCELO PISARRO.
ESTUDIOS CULTURALES

 

Horacio Fehling


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