miércoles, 29 de febrero de 2012

Cumbia – última parte



A su impensada epopeya, le siguieron otros músicos y compositores como Alex Tovar (el autor de “Pachito Eché”, éxito taquillero de las navidades de 1949), el barranquillero Luis Carlos Meyer (quien llevó el porro a México), Daniel Lemaitre (el autor de “Sebastian, rómpete el cuero”) y, ante todo, un desconocido músico cienaguero llamado Guillermo de Jesús Buitrago Enríquez, quien acabó por popularizar los ritmos costeños en el país.
A mediados de los años cincuenta, ya la música costeña era asunto conocido y no despertaba ni las encendidas polémicas morales de una década atrás ni los consecuentes epítetos de "bárbara" o "decadente".
Estos años, precisamente, pueden ser considerados, como los de la época de oro de la música colombiana; por lo menos, en lo que concierne a lo caribe o antillano. Esta época verá surgir con toda intensidad el merecumbé de Pacho Galán, el porro al estilo de Pedro Laza y sus pelayeros o la orquesta Sonolux, los porros de Lucho Bermúdez, las gaitas de Edmundo Arias y, especialmente, el vallenato en guitarra o acordeón, interpretado por “Los alegres Vallenatos” (“Pomponio”, “El aguacero”, etc.) y Bovea y sus vallenatos (“La casa en el aire”, “Mi maye”).
A fines de los años cincuenta y comienzos de los sesenta, la música tropical colombiana se había extendido a todo el mundo.
En los años sesenta, aparecerán conjuntos como “Los Corraleros de Majagual”, “Los Teen Agers”, “Los bobby Soxers”, “Los golden boys”, “Los graduados”, “Los Black Star” y “Los hispanos”, que marcaron una etapa de transición hacia una música quizás algo decadente. Es lo que Andrés Caycedo denominó “el chucu chucu”.
Cincuenta años después, muchos críticos consideran que la música colombiana se ha estancado; que ha acudido a fórmulas comerciales y que su valor folclórico y raizal han desaparecido frente a la penetración de ritmos como el Merengue dominicano, el Rap y la Salsa neoyorquina. Ello puede ser cierto. Pero no hay duda de que muchos orquestas intentan rescatar ese vieja época de oro: ya sea en fusión o en versiones adaptadas, intérpretes como Carlos Vives, Moisés Angulo, Los Tupamaros, Los 8 de Colombia y Perla Colombiana este último grupo de México están en esa labor.
La Cumbia ha sido a través del tiempo, el baile y danza característica de Colombia, por lo cual gran cantidad de personas han dedicado hasta su vida entera para mejorar y preservar esta bella danza. En Colombia es variada la gama de ejecutantes que hoy en día se inclinaron por seguir cuidando y protegiendo este fabuloso ritmo. Los verdaderos intérpretes de la cumbia son los grupos que reúnen las condiciones básicas y auténticas para la ejecución de este ritmo. Estos grupos datan de principios de siglo y se difundieron por toda la sub-zona magdalenense con el pasar del tiempo. Algunos grandes grupos de cumbia son La Sonora Dinamita, La Sonora de Margarita, la Sonora Skandalo y recientemente la Sonora Klandstina.
Quizás la primera cumbia grabada fuera de Colombia, en México, en 1950, fue la cumbia cienaguera, en la voz del cantante Luis Carlos Meyer Castandet, fallecido en 1997 y nacido en Barranquilla, Colombia. Meyer había emigrado a México a comienzos de los años cuarenta, después de haber grabado en Bogotá con varias agrupaciones locales. En ciudad de México hace contacto con uno de los más importantes directores de orquesta de allí, Rafael de Paz (fallecido en 1995). Con él graba en 1944 la famosísima "Micaela", y luego otros sucesos, tales como "Mi gallo tuerto", "Caprichito", "Nochebuena", etc. Gracias a su éxito, la Cumbia y el porro colombianos comienzan a popularizarse en México; en el sur del continente (Argentina, Chile, Perú, etc) la cumbia y el porro fueron ritmos introducidos por Lucho Bermúdez, quien en 1946 graba para la RCA Víctor argentina 60 composiciones suyas con músicos prestados por Eduardo Armani y Eugenio Nobile. A comienzos de los años sesenta, la agrupación de Bovea y sus vallenatos, que emigró de Colombia, termina de popularizar la Cumbia en Argentina.
El conjunto Los Wawancó, formado en 1955 por jóvenes universitarios de distintos países de América, entre ellos su líder Mario Castellón, de Costa Rica, continúa activo en Argentina, habiendo grabado 87 discos con composiciones de gran popularidad como "La Burrita", "Santa Marta", "La cosecha de mujeres", "Se va el caimán", etc.




Horacio Fehling


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miércoles, 22 de febrero de 2012

Cumbia – 2da parte


Las vestiduras tienen claros rasgos españoles, muy parecidas a las del actual Flamenco: Largas polleras, encajes, lentejuelas, candongas, etc. Y los mismos tocados de flores y el maquillaje intenso en las mujeres. Las vestimentas de los hombres, por otro lado, son muy parecidas a las usadas en los encierros en el marco de las fiestas de San Fermín en Pamplona: camisa y pantalón blancos, un pañolón rojo anudado al cuello y sombrero.
Cuando hacia 1942, la radio bogotana comenzó a transmitir las estrofas de "...se va el caimán, se va el caimán", las voces de protesta e indignación no se hicieron esperar. Dispuestos a no permitir mayores abusos de la radiodifusión, los estamentos de la sociedad capitalina se pronunciaron, a la cabeza el diario El Siglo, que en un editorial de ese mismo mes protestó por el alud de composiciones “inmorales” que estaban propagándose por la radio, entre ellas, por supuesto, la tonada del Caimán.
En 1940, El Heraldo de Barranquilla había publicado una corresponsalía de Plato, Magdalena, con la noticia de que un hombre de aquella población se había convertido en caimán y rondaba, llorando, con voz humana, por los caños vecinos. La madre del metamorfoseado llegaba hasta la orilla de los caños y le proporcionaba alimento. Así nació la historia del hombre caimán, inmortalizada en una canción por el compositor José María Peñaranda.
En los años cuarenta, en el interior del país, todavía se creía que la civilización occidental y las buenas costumbres comenzaban y terminaban en Bogotá, y el folclore costeño parecía "bárbaro y exótico".
Una investigación realizada en 1949 por las empresas de discos, demostró que la alta sociedad prefería el Bolero y la Guaracha (de Cuba), el Blues y el Fox (de Estados Unidos), y el baile del Botecito (también de Cuba). La clase media prefería el Bolero y la Rumba criolla, un invento bogotano con reminiscencia de pasillo y generalmente tocado con instrumentos de cuerda. La clase humilde prefería el Pasillo y el Tango arrabalero, en donde abundan las puñaladas, los hijos sin padre, los presidios, las madrecitas que sufren y los adulterios.
En la Costa no se le hacía mucho caso al Pasillo y al Bambuco. En las fiestas, cuando la orquesta tocaba un Pasillo, se advertía que las parejas abandonaban la sala de baile; en cambio, el Pasillo sí era la música preferida para las serenatas.
Los bailes populares en la costa Atlántica son antiquísimos, pero solo en 1940 llegaron a los salones de la buena sociedad. Antes de esa fecha, se limitaban al pueblo raso.
En el interior, la presentación en sociedad de la música costeña ocurrió el primero de enero de 1949, cuando la revista Semana entregó a sus lectores un informe especial sobre un tal Lucho Bermúdez. El artículo explicaba a los cachacos en qué consistía la música costeña y qué era eso del porro, que por aquella época era visto ciertamente pecaminoso o, al menos, no propio para que las señoritas lo bailaran. Algunos decían que era “vulgar y bullicioso”, pero casi nadie le negaba su alegría.
El artículo comenzaba con una pequeña semblanza de Bermúdez y luego se explayaba en un recorrido erudito de los ritmos e instrumentos costeños: qué era una guacharaca, unas maracas, etc. El escritor del artículo, el escritor Alfonso Fuenmayor, elucubraba en el por qué de la afición a unos ritmos que “alborotaban hasta un mismo muerto”.
Desde 1945, el salón de bailes del legendario Hotel Granada de Bogotá había comenzado a atiborrarse con el éxito súbito un músico bolivarense que con su orquesta al estilo de las “Jazz Band” norteamericanas, maravillaba con un ritmo que seducía, pero que, matizado y estilizado para los requerimientos sociales y morales de la época, estaba destinado a convertirse en el ritmo bailable por excelencia. El músico, claro está, no era otro que Lucho Bermúdez y el ritmo, indudablemente, era el porro pelayero. Gracias a Bermúdez y a los porros pelayeros estilizados, la música costeña pudo quedarse y echar raíces en el interior del país.




Horacio Fehling


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miércoles, 15 de febrero de 2012

Cumbia – 1era parte







Cumbia – 1era parte

Baile de origen africano, cuya raíz etimología del vocablo es muy controvertida, sin embargo la hipótesis más generalmente aceptada sobre su origen es que el término es de origen bantú y deriva de cumbé, ritmo y danza típica de la zona de Mbata, en Guinea Ecuatorial, muy popular en Panamá, Venezuela, Perú y sobre todo en Colombia, donde se la considera danza nacional junto al Bambues, el Pasillo, la Guatina, el Galerón, la Chispa, el Porro, el Torbellino y otras.
La Cumbia surge del sincretismo musical y cultural de aborígenes, negros y, en menor escala, de los europeos en la región del delta del río Magdalena en la Costa Caribe colombiana, con epicentro en la región de la población de El Banco, Magdalena, hasta Barranquilla.
Es originaria de la parte alta del valle del río Magdalena (Colombia), de la zona geográfica denominada Depresión Momposina, y aún más precisamente de la zona correspondiente al país indígena Pocabuy (incluidas las culturas de las sabanas y el Sinú) que estuvo conformado por las actuales poblaciones de El Banco, Guamal, Menchiquejo y San Sebastián en el Magdalena, Chiriguaná y Tamalameque en el Cesar y Mompós, Chilloa, Chimí y Guatacá en Bolívar.
Los africanos que llegaron como esclavos a estas regiones, al contar la historia de sus grupos étnicos y aquellos hechos famosos dignos de guardarse en la memoria, se servían de ciertos cantos que distinguían con el nombre de “areítos”, que quería decir, Bailar cantando: poniendo en alto los candiles, llevaban el coreo, que era como la lección histórica que, después de ser oída y repetida muchas veces, quedaba en la memoria de todos los oyentes. El centro del círculo lo ocupaban los que daban la lección con el pie del canto y aquellos más duchos y peritos en el manejo de las guacharacas, millos, tambores y maracas, para entonar con la delicadeza la música de aquellos cantares que fueron pasando, con el tiempo, de ser elegidos a entusiasmar, galantear, querellar y divertir.
Es un ritmo popular en distintos países latinoamericanos, donde ha seguido distintas variantes como la Cumbia mexicana, argentina, peruana, entre otras.
La Cumbia, aire musical que ha trascendido todas las fronteras y que ha dado tantas satisfacciones a la nación colombiana dentro y fuera de su territorio, es madre de muchos ritmos que hoy día se conocen y de los que se podría pensar nada tienen que ver con ella: Porros, Chalupas, Bullerengues, Chandés, Paseos, Sones, Puyas entre decenas más.
La Cumbia y el Fandango, uno de sus derivados, son los únicos bailes populares que aún conservan aquel alumbrado, que en los bailes primitivos a cielo abierto no era otra cosa que las luces que servían de esplendor a las velaciones.
La Cumbia es una danza y ritmo con contenidos de tres vertientes culturales distintas, a saber: negra, blanca (española), e indígena, siendo fruto del largo e intenso mestizaje dado entre estas culturas durante la conquista y colonia de las tierras americanas. La presencia de estos elementos culturales se puede apreciar así:
La forma más auténtica de la Cumbia es exclusivamente instrumental, ejecutada y seguida tradicionalmente por el conjunto de tambores: llamador, alegre, tambora, así como la flauta de millo o las gaitas, macho y hembra, las maracas y el guache. La cumbia cantada es una adaptación relativamente cercana en la que el canto de solistas y coros o cuartetos se alternan a la de la flauta de millo o las gaitas.
El conjunto de cumbia es una ulterior evolución del originario conjunto de la tambora, estando el conjunto de tambora conformado por el tambor alegre y el llamador y, en algunos casos, por la tambora. Es un baile meramente cantado, como el Chandé, con sus palmas y coros, junto al cual luego se sumaron los pitos de las gaitas o los millos.
Se acompaña con instrumentos típicos como el rabel (violín rústico), la tambona y otros tambores de claro origen africano, las maracas, el guache y los pitos (millo y gaitas) de origen indígena, mientras que los cantos y coplas son aporte de la poética española, aunque adaptadas luego, su ritmo se basa en la ejecución del tambor costeño.
Originariamente su coreografía se organiza en base a una serie de parejas sueltas que portaban velas o antorchas encendidas como ofrenda a sus compañeros.
Presencia de movimientos sensuales, marcadamente galantes, seductores, característicos de los bailes de origen africano. 

 

Horacio Fehling


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miércoles, 8 de febrero de 2012

Country


Danza inglesa del siglo XVII, con orígenes de la contradanza. Una de las primeras referencias conocidas de la práctica de la contradanza es por medio de la visita de Elizabeth I a Cowdray en 1591.
En 1600, un embajador reportaba que los seguidores de la reina bailaban los nuevos y viejos bailes del país (country). La Primera publicación al respecto data de 1651 por John Playford y describe los estilos de Country Dance. Popularizado hasta la fecha en países anglosajones por la sencillez con la que se baila y el sentido de un baile en comunidad, ha llegado hasta nuestras fechas y sigue siendo bailado en diversas festividades.
En México, el baile se popularizo gracias a las canciones de Caballo Dorado con Coreografías de sus más famosas canciones: "No Rompas Más" y "Payaso de Rodeo".
Un grupo de bailarines de número variable se agrupan en líneas o en círculo. Los bailarines copian los movimientos de un guía que bien puede ser un bailarín individual, una pareja o las coristas de un grupo musical.
Los pasos son precisos pero libres para fantasear con ellos según la imaginación y habilidad de cada bailarín.



Horacio Fehling


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