A
finales del siglo XIX, la Contradanza
había ganado energía, al contrario que su homólogo europeo, y se empezó a
conocer como Danzón. La canción de 1877 «Las alturas de Simpson» fue una de las
muchas melodías que crearon una ola de popularidad para el danzón. Una parte
del danzón era una coda sobre la que se improvisaba. Las bandas en aquel
entonces estaban formadas por metales (orquesta típica), pero fueron
continuadas con grupos más pequeños llamados charangas.
La
charanga más influyente era la de Antonio Arcano, que floreció al final de los
años 1930. La primera canción del nuevo género fue «Mambo», compuesta por
Orestes López, chelista de esta charanga.
A
finales de los años 1940, un músico llamado Dámaso Pérez Prado inventó un baile
para el Mambo y se convirtió en la primera persona en vender su música como
«mambo». Desde La Habana,
Prado llevó su música a México y luego a Nueva York. Por el camino, su estilo
se homogenizó para ser más atractivo para los oyentes estadounidenses.
Tras
los pasos de Prado llegó una ola de músicos de Mambo, como Enrique Jorrín.
Algunos experimentaron con técnicas nuevas, como ritmos más rápidos y el uso de
pasos laterales en el baile; esta última innovación dio lugar a la formación
del Cha-Cha-Chá y fue el resultado de la experimentación de Jorrín. El Cha-Cha-Chá
estaba muy orientado al público popular, especialmente después de que Arthur
Murray simplificara más el baile. El Mambo siguió siendo popular en los Estados
Unidos y Cuba hasta los años 1960, cuando se crearon el Boogaloo y la pachanga
(ambos formas modificadas del mambo).
Algunas
de las bandas más importantes de Mambo de Nueva York en los años 1950 fueron
Mambo Aces, Killer Joe Piro, Paulito and Lilon, Louie Maquina, Cuban Pete,
Machito, Tito Puente, Tito Rodriguez y Jose Curbelo.
A
mediados de los años 1950 la fiebre del Mambo alcanzó su grado máximo. En Nueva
York el Mambo se practicaba con un estilo sofisticado que ponía a saltar al
Palladium Ballroom, famosa sala de bailes de Broadway. El Ballroom se proclamó
el «templo del Mambo», y los mejores bailarines de la ciudad --los Ases del
Mambo, "Killer Joe" Piro, Paulito y Lilon, Louie Maquina y Cuban
Pete-- llevaban a cabo exhibiciones de Mambo y se hacían un nombre con su
expresivo uso de brazos, piernas, cabeza y manos. Había una fiera rivalidad
entre bandas. Las bandas de Machito, Tito Puente, Tito Rodriguez y Jose Curbelo
deleitaban a habituales como Duke Ellington, Bob Hope, Marlon Brando, Lena
Horne y Dizzy Gillespie, por no mencionar a afroamericanos, puertoriqueños,
cubanos, WASPs del Upper East-Side y judíos e italianos de Brooklyn. Las clases
y los colores se mezclaban en el ritmo incandescente de la música. Incluso
músicos de Jazz como Erroll Garner, Charlie Parker, Sonny Rollins y Sonny Stitt
cayeron bajo el encanto del Mambo, lo que se puede comprobar en muchas de las
grabaciones de música latina que hicieron en los años 1950.
En
1954, el Cha-Cha-Chá, un tipo de Mambo creado por el violinista cubano Enrique
Jorrin, miembro de la
Orquesta América Charanga, arrasó en la Habana y Nueva York. Más
fácil de bailar que el Mambo, con un ritmo más cuadrado y el contratiempo
característico en el tercer golpe, se extendió a Europa, antes de ser
destronado a principios de los años 1960 por la Pachanga y el Boogaloo.
El
Mambo volvió a ponerse de moda en 1995 cuando Guinness utilizó la canción de
Pérez Prado Guaglione en una campaña publicitaria con el actor dublinés Joe
McKninney. La canción se lanzó como sencillo y alcanzó el número 2 en las
listas inglesas. En 1999, Lou Bega publicó una remezcla de Mambo No. 5, otra
composición original de Prado, que se convirtió en un éxito por toda Europa.
Horacio Fehling
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